jueves, 12 de octubre de 2017

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

CELEBRAR LA VIDA
Una mañana,  durante esos años de adolescencia caracterizados por grandes cambios, así como por el surgimiento de enormes ilusiones, se instaló encima de mi cabeza un sueño, fue como si una nube que recorriera el cielo llevada por el viento, frenara su avance  para venir a colocarse aquí, sobre mi persona, y más delante convertirse en parte de mi propio ser. A partir de ese tiempo, del que fácilmente ha transcurrido ya  medio siglo, comencé a fabricar con  la imaginación un mundo alterno, con tal entusiasmo, que me hallé dispuesta a mudarme a él para el resto de mis días.
     Todo  fue cobrando un sentido nuevo desde la maravillosa intimidad celular de la que fui testigo privilegiada, a partir de entonces comencé a concebir la existencia como un prodigio único. Entendí  cómo se transforman las moléculas inertes en estructuras vivas al ver que un átomo de carbono extendía sus brazos para enlazarse con el indispensable oxígeno, el necesario hidrógeno y el esencial   nitrógeno, hasta formar moléculas orgánicas, precursoras de vida.  Convencida del singular privilegio de conocer la vida desde un palco de primera, supe que en esa misma medida, de ahí en adelante sería mi compromiso para corresponder a la vida su generosidad.  
     Aquello no podía quedarse así  como un privilegio estéril.  Luego de haber conocido ese  milagro de la vida, en mi corazón nació el deseo de trabajar para conseguir que esa maquinaria con la precisión de un fino reloj no fallara, o siquiera lograr que fallara lo menos posible. Que cuando los tejidos y aparatos que conforman al ser humano  sufrieran un desequilibrio y   enfermaran, estuviera yo ahí para restaurar ese fino mecanismo y devolver la salud.
     En aquel momento vino la decisión de estudiar la carrera de Medicina, ahondar en el conocimiento de los mecanismos y su ruptura a causa de la enfermedad.  En el aprendizaje de cada materia  tuve el privilegio de caminar junto a grandes maestros que compartieron generosos  su saber, pero más allá de la teoría, cada uno de ellos fue  preparando mi espíritu para asimilar  el ejercicio de la Medicina como  un arte,  un arte de carácter sagrado que  se practica con amor.
     De este modo cada maestro, como hábil buril fue moldeando mis actitudes frente al quehacer de abordar al paciente;  me invitó a hacerlo  desde su propia realidad única, viéndolo en todo momento como un ser humano que enferma, y nunca como una enfermedad o un número de expediente.  Aprendí de todos mis mentores que   la vida desde sus inicios hasta el final es sagrada, y que  a ella me debo con la entrega de un hermano mayor que ve por las necesidades de los más pequeños.
     Desde entonces supe que esa consigna a favor de la vida no se abandona nunca, porque habrá de ser el lienzo último que nos cubra cuando rindamos tributo a la madre tierra.
     Ese mundo alterno que soñé en mi adolescencia me ha premiado con amigos de una sola pieza, que han estado conmigo en los momentos cuando me hallé a punto de doblarme, ellos me han acompañado y alentado. Hoy quiero decir a cada uno de quienes ahora son mis hermanos, que los llevo en mi corazón como  el mayor tesoro y la más elevada inspiración.
     La existencia nos dota de grandes alas y de un espacio abierto,  donde cada cual tiene libertad para  ser el pintor de su propio cuadro, el creador  de su propia melodía.  Tenemos la maravillosa facultad de aprender cosas nuevas, de probar destrezas que antes no hubiéramos acaso imaginado, con una sola consigna en mente, disfrutar todas las oportunidades que se nos presenten, siempre y cuando aquello que adquiramos y aquello que ejerzamos no haga mal a nadie.
     Este es un momento muy especial para mí, se cumplen cuarenta años de haber dejado las aulas de mi querida facultad de Medicina de la UAdeC, para  emprender un camino  personal  auténtico, que  me ha proporcionado  ocasión de entender la vida, a través de la labor de servir a  otros de distintas maneras. Todo ello  sin perder nunca de vista que la felicidad es una opción muy personal, una actitud con la que vamos por el camino hasta exhalar el último aliento.
     Si veinte años no es nada, cuarenta menos: Un suspiro, un viento travieso que revuelve el cabello de la niña cualquier tarde de verano.  Con el paso del tiempo van cayendo las barreras de la solemnidad y comienza a germinar el bendito sentido del humor, la alegría de estar con vida y el gozo de poder celebrarla con los amigos más queridos.

     Doy gracias a la vida por todos sus momentos, por sus retos y  oportunidades,  en especial por  la absoluta  libertad que tengo para decidir qué par de lentes uso para mirarla cada día.  Momento especial de celebrar, y en tal espíritu gozoso  este pequeño espacio nuestro –suyo y mío--  no podía quedarse ajeno a la gran ocasión.

Dar hasta que duela: Banda Cuisillos

Palabras con motivo de la celebración de los 40 años

Cuarenta años se dicen fácilmente pero representan –en el mejor de los casos— alrededor de media vida.  A la vez, como una paradoja del hombre frente al tiempo, son algo así como un parpadeo, un preguntarnos en qué momento han pasado cuarenta veranos, cuarenta navidades, cuarenta fiestas de año nuevo.  Cuántos acontecimientos prodigiosos han ocurrido en este período de tiempo que --de ello estamos seguros--, han ido cambiando nuestra forma de ser, de percibir la vida.
     Henos aquí reunidos, igual que alguna vez hicimos como un grupo de preparatorianos que aspiraban a entrar a la carrera de Medicina.  En este lobby esperamos turno desde temprana hora con el fin de conseguir una ficha para el examen de admisión, y en estos mismos cristales vinimos a recorrer nerviosos las listas de seleccionados, para descubrir gozosos que nuestro nombre sí aparecía.  A partir de aquel momento ha sido un recorrer hombro con hombro un largo camino que nos trae hasta hoy, cuando nos sorprendemos de tener vida,  suficiente salud  y desbordante entusiasmo para celebrar un maravilloso hecho: ¡Aquí seguimos!              Algunos compañeros ya no están con nosotros, ellos terminaron su misión antes y han partido, para cada uno de ellos va todo nuestro cariño y nuestros más dulces recuerdos. Sepan que se les extraña como parte que fueron de este  clan, que habrá de seguir reuniéndose para las grandes ocasiones hasta que el último de los polvos se disipe.
     De los derechos fundamentales del hombre nosotros como médicos hemos trabajado por los dos más importantes.  Nos preparamos  para actuar a favor de la vida y la salud, piedras angulares del resto de los derechos humanos.   Atendiendo al juramento hipocrático nos propusimos custodiar la vida desde la concepción, procurando condiciones que garanticen  una existencia digna y de calidad para cada uno de nuestros pacientes.
     Como pocos sobre la faz de la Tierra, hemos sido testigos del milagro de la vida, en nuestro imaginario contamos con los elementos de conocimiento que permiten entender la forma como se generó la primera molécula de materia orgánica, de qué modo los átomos de hidrógeno, oxígeno y nitrógeno se fueron uniendo mediante enlaces químicos a un carbono central, para formar estructuras anulares, que más delante dieron pie a las bases nitrogenadas, materia prima de los ácidos nucleicos.   Afortunados de haber visto replicarse al DNA separando su doble hélice en giros interminables, como si cada cadena tuviera vida propia, bajo la batuta de un espíritu inmarcesible que no alcanzamos a abarcar con la razón.  Por este proceso de replicación se generan dos cadenas individuales  a partir de las cuales puede iniciar la vida. Atrás quedaba el Dios amenazante de nuestras primeras lecciones de catecismo; ahora lo descubríamos como el  Principio perfecto regidor del Cosmos.  Un Dios que nos guiña el ojo  para aprender y entender; para disfrutar y soñar; pero sobre todo, como diría nuestro entrañable Sabines, un Dios encantador que actúe como un viejo sabio o un niño explorador,  para enseñarnos  a amar  la existencia más cada día.
     Contar las historias de vida de cada uno de nosotros llevaría infinidad de tiempo.  Son muchas y muy variadas las experiencias, todas ellas significativas, que hemos vivido desde aquella mañana cuando, con nuestro uniforme blanco bien planchado, nos acomodamos en esta escalinata de acceso a nuestra amada escuela –hoy facultad-- para la fotografía de graduación.  Cada cual ha formado su familia, algunos de sangre, otros de afecto, pero todos contamos hoy con un nicho amado en el cual hemos descubierto que somos muy felices.   Trabajamos desde nuestro espacio muy personal por un mundo mejor para todos, la vida con su marea y su contramarea, a ratos revolcándonos sobre la arena, nos ha enseñado el valor de la amistad, del cariño, de la alegría por estar juntos.
     Hoy es momento de dar gracias a Dios por nuestras bendiciones; de extender los brazos para darnos un gran abrazo colectivo.  Hora de celebrar las coincidencias que nos hermanan  y sacudirnos con humor las diferencias de otros tiempos.  Ocasión de honrar a nuestros padres que hicieron posible la educación que recibimos; a los queridos maestros que nos mostraron los posibles caminos a seguir dentro de la Medicina, cada uno de ellos desde su sensibilidad y especial pasión. Es tiempo de recordar a nuestros compañeros que partieron antes dejando una huella en el corazón de cada uno de nosotros.
     ¡Viva la vida! ¡Viva la amistad! ¡Viva nuestra gloriosa Facultad de Medicina! Amigos queridos: ¡Muchas felicidades!


      María del Carmen Maqueo Garza                       Torreón, Coah.  Octubre 14, 2017 

VIÑETAS por María del Carmen Maqueo Garza


Transito por la delgada  línea incierta
del tiempo,
nada me pertenece 
además de este instante
en el que ahora escribo. Nada 
más allá del aliento 
que impulsa mi voz
como  velamen dócil
por el mar de la vida.

lunes, 9 de octubre de 2017

"La Sinjónica" de José Fernández Mendizábal

Con especial cariño a mis entrañables amigos Benjamín y Marisa hechos de música.

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Se me está ocurriendo crear un centro de nutrición y un gym para fortalecer el espíritu. 
Más allá de la fe que cada quien profese, un centro donde hubiera rutinas de zumba al ritmo de los buenos modales. Un área para fortalecer el optimismo, para fomentar la cortesía. 

Me imagino en una sección de cómo ejercitar las relaciones interpersonales, hacer músculo que nos mueva a ser serviciales, íntegros, honestos. Un gimnasio donde sudemos la gota gorda por adelgazar el egoísmo, la apatía, el pesimismo, y convertirnos en pura fibra, a deshacernos de ese sobrepeso que dan la ambición desmedida, y los antivalores. 

Sentir que al transpirar nos inspiramos en una fe que nos mueva, que nos haga ser mejores como seres humanos. Nutrirnos de sentimientos sanos, no chatarra que se nos ofrece en empaques y con sabores tentadores y solo nos va minando nuestra salud espiritual. 

Vamos buscando el equilibrio entre nuestra apariencia y nuestra esencia, vamos poniendo el mismo énfasis en mantener nuestro espíritu y nuestro cuerpo. Que se difunda y se haga moda adelgazar la mezquindad, que se propaguen las diferentes dietas donde abunden los sentimientos más puros "orgánicos" diremos, libres de las toxinas y de la miserable condición en que la banalidad va convirtiéndonos. 

Seamos vigilantes de nuestro cuerpo, de nuestra mente, y no olvidemos que lo que nos hace diferentes a otras especies, es precisamente esa parte que dejamos muchas veces en el último sitio de nuestras prioridades, nuestro espíritu. 

Fortalecer nuestro espíritu, alimentar el alma, no requiere de costosas instalaciones ni de exóticas dietas pero sí de una profunda reflexión sobre nuestra razón de existir y el reconocer como éxito el vivir en armonía con nosotros mismos y con los demás, con total congruencia entre nuestro pensamiento y nuestras acciones.

" Mi espíritu me hará volar cuando caminar no pueda".

domingo, 8 de octubre de 2017

Video: Una nueva oportunidad

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


CLAUDIA ELENA
A Claudia la vine a conocer estos últimos años, previamente era la hermana menor de dos alumnas de preparatoria muy brillantes.  Comencé a saber de su vida a raíz de la desaparición de su hijo Gerardo hace 6 años y medio,  noticia que cimbró a esta frontera. Aun cuando ya padecíamos los daños provocados por la delincuencia organizada, los ciudadanos suponíamos que los desaparecidos eran ´por regla individuos relacionados con tales grupos, y no un  adolescente deportista que estuvo en el lugar equivocado, en el momento equivocado.
     A partir de este hecho, sin duda el más doloroso que una madre puede padecer, Claudia Elena se convirtió en motor que movilizó a toda la ciudad hacia la oración. A través de su actitud se percibía el empuje de una mujer que se negaba a instalarse en su dolor para ver pasar la vida.  En tanto movía cielo y tierra tratando de dar con el paradero de su hijo,  conminó a toda la población a orar.   Se pedía por Gerardo, se pedía por todos los afectados a causa de la delincuencia organizada, se pedía por México.  La zozobra que había en su corazón de madre  la guardaba para sí, quiero imaginar que por las noches, cuando había cumplido con su familia y con ella misma, podía –entonces sí—sacar ese dolor de su pecho, tomarlo entre sus manos, desgranarlo y llorarlo.  Hablaría con Dios, con la luna, con su hermoso  hijo hasta donde él estuviera, para después de un rato, con la disciplina que la caracteriza, volver a acomodar ese llanto en el paño de su dolor y guardárselo por toda la jornada. Continuaría la vida a la mañana siguiente prendida de la esperanza, lo que ocurrió día tras día, mes tras mes, año tras año, hasta que llegó la noticia final,  así de  dolorosa como de tranquilizadora: Su hijo descansaba en la bendita paz de Dios.
     Cronológicamente fue a partir de este tiempo cuando coincidí más con ella, en su función de coordinadora de Cultura Municipal,  y posteriormente  compañeras de un taller de literatura testimonial que ella debió abandonar temporalmente y en el que todavía nos hace mucha falta.  Hace diez meses se dio una coincidencia mayor entre las dos: Le detectaron un cáncer, situación  que definitivamente le cambia la vida a cualquiera.  Si ella había pensado que con la muerte de su hijo terminaba su labor como promotora de asuntos espirituales, a partir de esto descubrió que nuestro buen Dios le tenía asignada mucha  tarea para los años por venir.
     Hace  algunas noches, atendiendo una invitación personal de su parte, acudí a una conferencia que dio dentro del mes de Lucha contra el Cáncer,  intitulada “Cáncer en el alma”, en  la cual ofreció un testimonio de su vida en los últimos años, pero muy en particular de este 2017 en el que se han presentado grandes cambios para ella y su familia. El mayor de estos retos, un diagnóstico que marcó para su vida un antes y un después.
     A partir de su experiencia como paciente transmite al público cómo en esos momentos de incertidumbre y de angustia, gestos tan simples como un abrazo o una palabra de aliento llegan a hacer la gran diferencia.  Varios de los asistentes, que ya hemos andado ese mismo camino, asentimos totalmente a lo expresado por ella.  En definitiva un diagnóstico de cáncer  rompe el equilibrio de tu día a día, te arranca con brusquedad de tu zona de confort y te lleva a temer lo peor, primero la muerte, después la limitación física, y por supuesto el desequilibrio financiero. Una vez superada la crisis    comenzamos a ver la vida de otra manera, apreciamos cada pequeño detalle como con lentes de realidad aumentada, provistos de un entusiasmo tal, que los demás no consiguen abarcar. 
     Quienes hemos transitado este camino azaroso del cáncer aprendemos a degustar la vida de otra manera, gota a gota, conscientes de cuan afortunados somos de seguir vivos y bien.  No hay tiempo ocioso, cada día tiene un propósito específico  por cumplir, de modo que la existencia se convierte a largo plazo en una colección de experiencias maravillosas.
     Claudia Elena: ¡Muchas felicidades por tu vida, por tu valentía y por tu testimonio!  Como dijiste al explicar la razón de intitular tu plática como “Cáncer en el alma”, es urgente sanar el corazón del mundo.  Tu llamado es a reconectarnos como seres humanos,  habitar ese pequeño espacio que nos identifica unos con otros,  procurar las coincidencias y  desechar las diferencias.  Nos invitas a creer y crear; a compartir, cada cual desde su sitio en el cosmos.  Pero sobre todo nos invitas a revalorar a la familia y los amigos como el mayor tesoro, como el respaldo más fuerte en tiempos de crisis.
     En esta vida cada cual tiene una historia y una misión.  Hacen la diferencia quienes saben combinar una y otra para bien de todos. ¡Gracias Claudia,  por hacerlo tan bien!


VIÑETAS por María del Carmen Maqueo Garza


ORACIÓN DEL  PATIO
Mi Dios de las grandes maravillas,
de qué modo te  encuentro
mañana tras  mañana
en  los rincones de mi pequeño patio,
lejos del barullo estrepitoso
de egos prominentes
que claman ser tus dueños.
     Te observo en cada uno
de los muchos milagros cotidianos,
titilando en el perfecto espejo
de una gota de rocío 
sobre el verde terciopelo de las hojas.
     Eres eco inagotable de  risas infantiles,
eres  música que emiten las criaturas menudas
que no cesan de alabarte con su canto.
     Explosión incontenible de aguas 
que se vuelcan en mi patio 
cada  tarde  veraniega de lluvia.
     Dios de las pequeñas grandes maravillas,
no tengo que buscarte en los gruesos tratados
ni devanarte de  prédicas que  anuncian
el  inminente fin del mundo.
     Baste con salir a mi patio y encontrarte
en los pequeños milagros cotidianos
que se vuelcan mañana tras  mañana,
mi Dios, para que yo te crea.

Poesía de Magdalena Sánchez Blesa

Agradezco a mi querido Guillermo su gentil sugerencia.

Poema de Mario Benedetti


CERO
Mi saldo disminuye cada día
qué digo cada día
cada minuto cada
bocanada de aire
muevo mis dedos como si pudieran
atrapar o atraparme
pero mi saldo disminuye
muevo mis ojos como si pudieran
entender o entenderme
pero mi saldo disminuye
muevo mis pies cual si pudieran
acarrear o acarrearme
pero mi saldo disminuye
mi saldo disminuye cada día
qué digo cada día
cada minuto cada
bocanada de aire
y todo porque ese
compinche de la muerte
el cero
está esperando.

El extraño sabor de un dron

En China mantienen en forma a los tigres de un santuario poniéndolos a perseguir un dron, pero ¿Qué pasa cuando fallan los cálculos?

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Me ha costado mucho aprender, que aunque desee con todo el alma que algo suceda, una buena parte de las veces mi deseo no se hará realidad. Igualmente ha sido difícil aceptar que no tengo la posibilidad de cambiar mi entorno a complacencia, menos aún la forma de ser o pensar de quienes me rodean.

Dicen que soñar no cuesta nada, pero hay sueños que nos duelen y que se repiten sin que nada podamos tampoco hacer al respecto, a veces hasta soñar es costoso.

No puedo elegir lo que suceda cada día en mi vida, tan solo en parte es mi elección, pero elijo que suceda lo que suceda vaya pudiendo ser capaz de aceptarlo, de adaptarme, de atenuar las consecuencias cuando el suceso sea adverso.

Si bien es cierto que no puedo abstraerme del sufrimiento, si he aprendido a poderlo aligerarme y llevarlo a cuestas dejando al tiempo lo vaya diluyendo, sin dejar que me nuble la vista y me impida ver nuevos horizontes en los que asoma de nuevo la felicidad.
Aprender a tocar la realidad, a saber que a veces es tersa y otras espinosa, pero no evadirla, nada es para siempre y el nunca es adverbio que puede llegarnos de un momento a otro. La vida nos lleva de un extremo a otro, pero en cada uno hay algo, hay alguien que nos dé certeza de que existir cuesta.

Vivir plenamente, como para que alcance para uno y para aquellos con los que compartimos un pedacito de universo. El precio de vivir se nos reembolsa en cada amanecer, en cada luna llena y sobre todo en el amor que se haya sabido cultivar.

Darlo todo con Marissa Mur