ANTE LA PÉRDIDA: ¿ESTAMOS PREPARADOS?
La vida es una muerte que viene: Jorge Luis Borges
Alejandra es una compañera de primaria a quien tengo muy
presente a pesar del tiempo y la distancia.
Esta semana tuve noticias de
ella, atravesaba por la circunstancia más dolorosa que puede sufrir una madre,
su hijo moría. Se comunicó para
pedirnos oraciones en ese duro trance, su hijo Marcos de 37 años se hallaba en
estado de coma debido a una enfermedad metabólica que avanzó demasiado
rápido. Al tercer día volvió a ponerse
en contacto con el grupo para informar que su hijo terminaba, no sin antes hacer
un regalo invaluable antes de partir, la
donación de sus órganos.
Cualquiera que tiene un hijo se pone por un momento en los
zapatos de Alejandra y tiembla solo de imaginar el dolor, la impotencia y la inevitable rabia frente a una situación así de injusta,
tu hijo con una vida por delante consumido de esta manera por la enfermedad. Sé
que en su bendita generosidad Alejandra y su familia, nos permitirán tomar su
situación dolorosa a manera de anclaje
para una reflexión en torno a la pérdida.
Como seres humanos solemos mantenernos en nuestra zona de
confort, algo así como flotando en un limbo de confianza, ciertos de que no surgirá ningún imprevisto que rompa el
equilibrio. Cuando se presenta una crisis, no estamos preparados para enfrentar
esa situación de inestabilidad. Justo
hace una semana sufrimos en la región noreste del país un apagón de varias
horas de duración, en momentos como ese nos sorprendemos al ver nuestra total impericia
para poner orden y definir prioridades.
En este caso del apagón, al momento de iniciar no había información. La falla en el suministro de energía
eléctrica era un misterio, un rato después distintas versiones circulaban por
la red sembrando zozobra, algunas
hablaban de dos días sin electricidad y sin agua. Se desataron las compras de pánico de agua,
hielo y gasolina, no sé si sería el caso, pero tal vez algunos comerciantes
sacaron tajada económica del caos.
Yo necesitaba conseguir croquetas para mi “entenado” algo que
por simple falta de previsión no compré por adelantado. Salí a buscarlas y no pude dejar de sorprenderme de
todas las actividades que se trastornaron a causa del apagón: No había cajas
registradoras, por tanto los comercios cerraron; clausurados los cajeros de los
bancos y las gasolineras; apagados los semáforos; cancelada una función teatral
que estaba programada para esa tarde. Ya
de regreso a casa pensé en hacerme un café, para lo que tuve que recurrir al
método de la percoladora ahora en total desuso.
De qué modo nos sorprende el apagón, y de qué manera nos
puede encontrar la muerte hoy o mañana, a cualquier edad, aun cuando las
circunstancias de la vida parezcan garantizarnos que tardará muchos años en
llegar. Y de qué modo tenemos que estar
preparados para afrontarla en aspectos médicos, financieros y familiares
principalmente. Abordar el tema de la
muerte no es invocarla, es prevenir, es en un dado caso proceder como ya se
tenía contemplado hacer, y no estar adivinando cuál habría sido la voluntad del fallecido.
Reflexionar acerca de la muerte nos permite apreciar más la
vida, nos salva de dar las cosas por
sentadas. Asimilar que la salud es un
aspecto que hay que procurar y vigilar, pero a pesar de hacerlo entender que
nadie sobre el planeta tiene patente de Corso, y que el final puede sobrevenir en cualquier momento.
La muerte apuesta a la democracia.
Todos nosotros, independientemente del nivel de conocimientos, el poder
adquisitivo o la posición social, vamos a morir de igual manera, lo que invita
a que tratemos de mantener una convivencia cordial y equitativa con el resto de
los humanos, puesto que todos vamos por
un mismo camino.
En ocasiones nos aferramos a lo material, como si nuestras
posesiones fueran a tendernos un puente al infinito. Queremos tener más,
aspiramos a la nueva versión de cuanto equipo electrónico sale al mercado,
compramos como si el fin del mundo estuviera a la vuelta de la esquina. Desarrollamos una ambición desmedida quizá partiendo
de la falacia de que joyas, casas, automóviles o ranchos son lo que define quiénes somos.
Alejandra y toda su familia, de cara a la partida física de
Marcos nos dan un ejemplo de organización y de amor: Acogen la muerte como lo
que es, algo inevitable. Refuerzan la
unión familiar en torno al hijo/hermano que parte, y juntos mitigan el dolor
que genera su mudanza a otra dimensión. Permiten que Marcos ofrezca ese último regalo
antes de partir: Sus órganos como promesa de vida.
La pregunta queda al aire: ¿Estamos preparados para la
muerte? Y entre otras previsiones que conviene tomar para evitar conflictos
futuros: ¿Hemos hecho nuestro testamento?