YO CORRUPTO, TÚ TAMBIÉN
Sin temor a equivocación podemos afirmar que la corrupción a
gran escala es un fenómeno que a todos los ciudadanos nos preocupa, nos resta
oportunidades y nos sangra. En la
administración pública es desalentador enfrentarnos de manera sistemática a
esos personajes voraces que se empeñan en aprovechar para su beneficio personal aquellos recursos que se les confiaron para
administrar. Vemos el gran problema y
nos preguntamos cómo ha llegado México a
esos extremos.
La UVM y el Aspen Institute México organizaron durante la
semana que termina un foro denominado: “Ética y Cultura Cívica”, en el que
participaron --entre otros-- los doctores Juan Ramón de la Fuente y Federico Reyes
Heroles para revisar los orígenes de
este fenómeno de corrupción que nos asola.
De manera muy descriptiva menciona el Dr. De la Fuente que se nos
perdieron los valores, tanto en el sistema de gobierno como en el educativo y el familiar, para señalar más delante algunos factores de la sociedad del siglo XXI
que han influido en ello. La mujer sale
a trabajar, dejando de lado su actuación como inculcadora de valores dentro de
casa; no es lo mismo que mamá esté allí en el momento en que al niño se le
ocurre tal o cual cosa para corregirlo oportunamente, a que mamá llegue a las 9
de la noche y se pueda poner al corriente de todo lo sucedido durante el día.
En el renglón educativo, un punto que me pareció de enorme
relevancia, y que ya hemos comentado en más de una ocasión en este espacio, es que desde la época de la Reforma, y más en
los últimos sexenios, los programas oficiales han venido manifestando signos de una alergia grave a todo lo que tenga que ver con
valores. Aquel principio juarista de una
educación laica que salve a los ciudadanos de la influencia de la jerarquía
católica, llevó a crear programas que dejan fuera cualquier instrucción sobre
el comportamiento como sociedad, y con la eliminación de los programas de
Civismo en tiempos de Echeverría, más se agravó el asunto. Si el niño no tenía mucha oportunidad en casa
de aprender principios de ética y lo que
lograba era a través de la educación formal, con estos cambios de programa el
niño dejó de tener acceso a elementos que le ayuden a crear un marco de
conducta.
“La ética se nos ha diluido”, una expresión muy descriptiva
del Dr. De la Fuente para señalar la forma en que todos nosotros como sociedad
nos manejamos hoy en día. Va un ejemplo de lo más cotidiano, sucedió esta semana, llego yo al supermercado y se repite aquel fenómeno tan común, comienzas a recorrer pasillos al mismo tiempo que otras personas, y te las vas
topando de manera intermitente hasta llegar a las cajas. De este modo coincidí con una señora joven,
muy bien arreglada, con dos niñas que parecían sacadas de una revista de modas,
peinadas, con moño en la cabeza y vestido de fiesta, la más pequeña sentada en
el carro de compras y la grandecita caminando junto a su mamá. A los pocos pasillos cada una de las niñas tenía entre sus manos un envase de
yogurt líquido que se fueron tomando en el recorrido. En el último pasillo la más pequeña se había
echado encima parte del yogurt, en ese momento la madre lucía contrariada, sacó una toallita para limpiar a la pequeña, imagino
que tal vez irían a una fiesta, y la niña había arruinado su indumentaria. La joven mujer se esmeró en limpiarla, le
quitó el envase, en seguida arrancó el yogurt de las manos a la grandecita,
puso ambos botes en el estante más
cercano, y siguió su camino…
Algo que de entrada calificaríamos como “cotidiano”,
“normal”, “sin importancia”, “no hay pex”: ¿Qué mensaje les va imprimiendo en
su cerebro a las dos niñas? Lo primero es, si salimos de casa hay que comer
algo (y luego nos alarma la obesidad infantil).
Lo segundo, tienes derecho a tomar mercancía y consumirla sin pagarla. Tercero: Al cabo todo el mundo lo hace. Entonces
pregunto, ¿puedo exigir rectitud a mis
hijos, cuando soy la primera en faltar a ella?
¿O voy a esperar, como Layín de Nayarit que “nomás robó poquito”, que me
lo celebren con música y aplausos?
Vivimos unos tiempos alrevesados en los que ser ético y
cumplir es retrógrado y estúpido, mientras que pasarme la ley por el arco del
triunfo indica poderío y nivel de vida envidiable. Para muestra ahí tenemos una serie televisiva
sobre narcotráfico que inicia su quinta temporada. ¿No? Con este escenario de
fondo, actuando como una sociedad laxa y
tibia, que no está dispuesta a comprometerse: ¿Cómo esperar que surjan como por
arte de magia funcionarios íntegros y honestos?
Ya por último, tenemos lo que tenemos porque no nos ocupamos
en lograr algo distinto, entonces, o comenzamos todos a trabajar en lo pequeño,
o dejamos de quejarnos de los grandes tiburones.