domingo, 22 de enero de 2017

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

AGUA MALA
 “La vida es lo que ocurre a tus hijos mientras revisas tu Facebook.”
Una de las grandes notas de esta semana es lo acontecido en un colegio particular de la ciudad de Monterrey, una dolorosa tragedia que nunca debió ocurrir.  Por tal razón me permito echar mano del título del libro de la argentina Josefina Licitra para esbozar mi idea sobre lo que puede haber detrás de estos hechos.
   Un jovencito, un arma, un posible anuncio en redes sociales, un aparente no dar importancia al anuncio y los hechos de sangre.  Rondan mil cosas en derredor, que si había acoso escolar, que si estaba deprimido, o medicado, que si pertenecía a un grupo de troleadores en la red, que de quién era el arma y que quién lo entrenó… Y así de este modo cada cual baraja la información y arma su propia historia, difícil saber qué tan verídica, y muchas  veces tan carente de humanismo.
   “Agua mala” haciendo alusión a la novela de Licitra, no para referirme a un  maremoto arrasador como fue el caso de la aldea argentina desaparecida  que da pie a la novela.  Más bien de esas humedades que van infiltrando lentamente  las estructuras, y con el paso del tiempo terminan minando todo hasta provocar destrucción.  Esa humedad simbólica que nosotros como sociedad no tomamos muy en cuenta, o desestimamos, esa humedad que comienza a propiciar la proliferación de parásitos, mismos que hacemos por limpiar  pero al rato vuelven a pulular, puesto que el problema de fondo –la humedad—ahí sigue y avanza.   Así es como imagino la situación de muchos chicos, que puede ser o no ser el caso del alumno de Monterrey, nosotros como padres  atendiendo lo estrictamente necesario;  desconociendo las potencialidades de los hijos; pasando por alto o racionalizando aquellos primeros signos de alarma.  Y la humedad avanza, infiltra,  hasta que en un momento dado la solidez del muro queda hecha polvo a nuestros pies.
   Imposible medir la cantidad de comentarios en redes sociales a raíz del incidente en Monterrey, todos nos erigimos en jueces, profundos conocedores, opinamos y satanizamos;  nos vamos contra los padres, o contra los maestros, pontificamos y agredimos, por desgracia algo tan común en la red.
   Para resolver los problemas sociales de México necesitamos una plataforma de la cual partir, y por desgracia nuestras instituciones no la proveen  puesto que no están profesionalizadas. Mientras los mandos estén en manos de políticos y no de especialistas del ramo, vamos a seguir emproblemados.  Con relación a casos de violencia en adolescentes la Dra. Feggy Ostrosky, reconocida neuropsicóloga  de la UNAM, y apasionada estudiosa de este  fenómeno reconoce tres elementos clave: Depresión, un gran enojo y un profundo sentido de venganza, que tal vez el chico no  verbalice,  pero de alguna manera se manifiestan, y pueden ser detectadas por personas del entorno,  siempre y cuando existan canales de comunicación, tanto en la familia como en la escuela.
   En buena medida los padres jóvenes de hoy tienen grandes demandas laborales que roban mucho de su tiempo real frente a los hijos, lo que genera poca comunicación además de culpa, y tal vez se tienda a llenar esos huecos afectivos con regalos materiales, cuando el chico lo que está pidiendo es que lo miren a los ojos, lo escuchen sin juzgarlo de entrada, y ser tomado en cuenta y reconocido.  
   Señala la Dra. Ostrosky que no existe un gen de la maldad, pero sí  neuronas-espejo que determinan la empatía hacia los demás, y estas se van apagando con la exposición continua a la violencia, así se trate de videojuegos; son hechos probados científicamente, así que habrá que revisar los contenidos temáticos que dejamos entrar a casa. Por desgracia como sociedad nos hemos acostumbrado a manejarnos  en el entendido que nada es malo, y para muestra ahí tenemos a los grandes ladrones de cuello blanco a los que en ratos hasta celebramos.  Es en esa confusión donde urge nuestra participación como orientadores.
   En el caso de Monterrey nunca vamos a conocer la verdad última de lo ocurrido, pero sí a partir de ello  estamos obligados a revisar nuestra actuación frente a los chicos, como padres, como maestros, como médicos, como ciudadanos.  Ellos están pidiendo acercamiento, ser escuchados y valorados, no criminalizados. Fomentemos en ellos una identidad que les proporcione raíces; un sentido de  pertenencia que les provea de seguridad, y un reconocimiento que les permita extender las alas y volar sin  riesgo de venirse a pique.
   Un chico es el síntoma pivote de lo que  ocurre dentro de  la familia, eso no es gratuito. Como sociedad civil y como instituciones profesionales estamos obligados a detectarlo. La operación mochila inicia en casa revisando en tiempo y forma mochilas de viaje, la propia y la que cargan nuestros hijos.

VIÑETAS por María del Carmen Maqueo Garza


DESDE EL SILENCIO

Grité, pero nadie me escuchó. Cada cual siguió en lo que estaba, hasta que mi garganta se secó en el silencio de los oídos sordos.

Clamé porque me tomaran en cuenta, pero todos estaban muy ocupados. Sus  prioridades iniciaban un paso afuera de la casa.

Quise llamar la atención hasta el cansancio, pedía una caricia  pero mi piel se marchitó como un desierto, huérfana de arrullo.

Entre el cansancio y la soledad decidí terminar con todo. No fue algo muy pensado, simplemente la última puerta que hallé antes del vacío.

Eso sí, no  supe que la muerte sería  para siempre. Lo vine a entender hasta después, cuando lo hecho no tenía marcha atrás.

Hoy lo lamento, pero ya es muy tarde para remediarlo.

¿Cooperar o competir? Con Alex Rovira.

Un imperdible para entender en buena medida lo ocurrido en Monterrey.

Agradezco a mi querida amiga Mireya el envío de este contenido tan iluminador. Hay que verlo.

Fragmento de El Principito

En la canastilla del recién nacido debería incluirse un ejemplar de "El Principito" de Saint-Exupery para los padres, con la recomendación de leer cada noche  un fragmento para ellos mismos  y de este modo no olvidar de qué se trata aquello de la infancia.

Panda y su mono de nieve

Más que de risa, en estos momentos es de reflexión para traspolarlo a la educación de los niños:
Ilustra los maravillosos momentos de juego que todo infante no debería perderse nunca.

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Aún es posible escuchar el eco de nuestras voces deseándonos unos a otros, "¡Feliz año nuevo!", y el desconcierto, el dolor, la desesperanza pretende borrarnos la sonrisa y hundirnos en la desolación. 

Presas del temor, sin saber como llegamos a ser parte de este mundo que ahora desconocemos, haciendo el recuento de los daños y de los porqués, Descomposición social, falla en la que todos en mayor o menor grado estamos implicados, por hacer, por no hacer o por permitir se hiciera lo que a simple vista no debía ser. 


Nostalgia de aquellos mis años de niña, cuando el tiempo libre se podía dedicar a juegos en los que se convivía plenamente, sin artefactos intermediarios, un encuentro humano real y cotidiano que nos permitía desarrollar estrategias para establecer relaciones humanas sólidas, verdaderas. 


Permanecíamos alejados de información nociva y nuestra educación provenía del hogar y de la gente más próxima a este. Más ingenuos, quizá, íbamos descubriendo el mundo más lentamente, eso nos permitía ir digiriendo las cosas, con mayor madurez nos era más fácil discernir lo que era bueno, lo que era malo,  tomar decisiones y forjar un criterio para que nuestras elecciones pudieran ser más acertadas. 


A nuestros niños y jóvenes se les ha acortado la inocencia, los avances en tecnología  han puesto a su disposición en forma inmediata y continua toda clase de información, misma que todavía no son capaces de procesar. 


Cerebros y corazones tiernos que son estrujados, movidos por fuerzas que van en contra de los valores humanos, valores que todavía no hemos tenido tiempo de tatuarles para cuando ya son víctimas de tantas calamidades, que tristemente no son advertidas ni por los mismos padres.


¿Una guerra perdida? espero que no. Tiempos de cambios, de fortalecer espíritus propios y de las nuevas generaciones, de ser agentes de cambio en nuestro entorno, de no dejar en manos de la tecnología la educación de nuestros hijos. De sembrar esperanzas, de fortalecer voluntades, tiempo de dejar de mirar más a los ojos, de buscar más el contacto humano, de transmitir optimismo. 


Ser ejemplo y no palabra, que nuestras acciones hablen por nosotros, congruencia en nuestra forma de vivir, no corrompernos si queremos frenar la corrupción, no utilizar la violencia en nuestras luchas por la paz. 


La descomposición no resultó de un día a otro, la solución tampoco será inmediata, pero ya es hora de dejar de ser espectadores de nuestra debacle, no más complicidad, es tiempo de participar activamente en el saneamiento de nuestra sociedad.

La ostra marina: Relato del Padre Mamerto Menapace

Resiliencia: Crear algo especial a partir de esas arenillas del dolor.