domingo, 23 de julio de 2017

CONFETI DE LETRAS


Para saber del amor verdadero hay que exponer el corazón. Quien lo acoraza por temor, por sufrimientos añejos que no han siquiera cicatrizado, quien pretende dejarlo indemne y no usarlo, lo dejará empolvar y deteriorar por el tiempo, haciendo de él recipiente de frustraciones, soledad y amargura.

Exponer el corazón al amor y sus consecuencias, deja siempre señal de vida útil. Que lata, se agite, ese maravilloso músculo que nos hace saber estamos vivos y que vibra con solo evocar una imagen, una melodía, una risa.

No sé si el amor radica en el cerebro o el corazón, pero sé cuál de ellos con sus latidos me hace sentir la emoción sin igual que el amar provoca.

Amo a mis hijos antes que a nadie, a mi familia, a mis amigos, a todos aquellos en quienes he encontrado el cobijo del cariño. Amo mi profesión y a quienes gracias a ella van formando parte de mi vida. Amo la vida y a mis ausentes que físicamente ya no están, pero que mantengo dentro de mi, tesoro íntimo que morirá conmigo.

Expongo mi corazón, a que sea amado y a los riesgos que conlleva que lo sea. Abandono corazas que repelen, que como púas agreden a quien acercarse intenta. Siempre apostando a que mi sentido común me sepa guiar hacia aquella gente que nunca por voluntad propia me defraudará y con la sensatez necesaria para entender errores humanos que habré y me habrán de perdonar.

Confío en que amar es la mejor opción que tengo para darle sentido y calidad humana a este corto plazo que se nos da para hacer de nuestro camino, sendero de fe y esperanza propia que se irradie a los demás.

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