Exponer el corazón al amor y sus consecuencias, deja siempre señal de vida útil. Que lata, se agite, ese maravilloso músculo que nos hace saber estamos vivos y que vibra con solo evocar una imagen, una melodía, una risa.
No sé si el amor radica en el cerebro o el corazón, pero sé cuál de ellos con sus latidos me hace sentir la emoción sin igual que el amar provoca.
Amo a mis hijos antes que a nadie, a mi familia, a mis amigos, a todos aquellos en quienes he encontrado el cobijo del cariño. Amo mi profesión y a quienes gracias a ella van formando parte de mi vida. Amo la vida y a mis ausentes que físicamente ya no están, pero que mantengo dentro de mi, tesoro íntimo que morirá conmigo.
Expongo mi corazón, a que sea amado y a los riesgos que conlleva que lo sea. Abandono corazas que repelen, que como púas agreden a quien acercarse intenta. Siempre apostando a que mi sentido común me sepa guiar hacia aquella gente que nunca por voluntad propia me defraudará y con la sensatez necesaria para entender errores humanos que habré y me habrán de perdonar.
Confío en que amar es la mejor opción que tengo para darle sentido y calidad humana a este corto plazo que se nos da para hacer de nuestro camino, sendero de fe y esperanza propia que se irradie a los demás.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario