ANA GABRIELA Y MÁS
Vivimos tiempos de elevado contenido visual, todo aquello
que entra por nuestros ojos tiene un
impacto directo en pensamientos y emociones, y repercute en como actuamos; lo
sabemos o al menos lo intuimos. Las
redes sociales se han convertido en un foro público que vuelve comunes las
causas particulares, adquiriendo además un sesgo importante dado por la
distorsión natural del mensaje, o bien por intereses particulares que de manera
intencionada tergiversan los contenidos para ir al terreno del amarillismo. Hasta los asuntos eminentemente privados se convierten, por obra y gracia de
la red, en tópicos públicos, tendencia de la que nadie se salva, y que obliga a
incluir un código actualizado de comportamiento que incluya cómo actuar para el caso de ir a parar a las
redes sociales.
De esta manera la golpiza propinada a la senadora Ana
Gabriela Guevara se volvió asunto público, y como la terrible agresión ocurrió
en plena vía pública, hubo muchas cámaras que grabaron lo que sucedía, y que
ahora están aportando lo necesario para la captura de los agresores. Definitivamente una conducta así de violenta
da cuenta de que nuestra sociedad anda mal, produciendo individuos con cero
tolerancia a la frustración, que al primer contratiempo reaccionan con una
agresividad inusual, con encono, descargando una ira histórica que encuentra en
ese justo momento un blanco contra el cual volcarse. Por desgracia situaciones de esta índole son
cada vez menos la excepción, y como grupo humano corremos el riesgo de
acostumbrarnos a percibirlas como algo natural.
Antes de que ello pueda ocurrir estamos obligados a efectuar un análisis
minucioso de los posibles motivos que llevan a un individuo a actuar de este
modo para tratar de desarticular estos comportamientos en el período cuando se
está organizando la conducta humana.
Nuevamente echo mano de esa herramienta tan útil para el
proceso de tratar de entender los comportamientos: Al actuar de ese modo, ¿qué
busca lograr el niño que ese individuo lleva dentro? En este caso el niño buleador que lleva
dentro quien encabezó la agresión contra la senadora refleja frustración por el
estado actual de cosas, refleja impotencia frente a hechos que le resultan
adversos, y se propone acabar con ellos, de modo que ahora que está en posición para descargar todo
su odio, lo hace como por impulso. Igual
pudo haber sido el camión de la basura, un perro pulgoso o qué sé yo, aquello
que obstaculizaba su actuar era un símbolo nada más, un simple disparador de
esa violencia que había estado haciendo antesala en su interior y que había que
sacar, una acción totalmente irracional que deja de serlo hasta el momento
cuando Ana Gabriela se quita el casco dando oportunidad al agresor de identificarla,
imaginar las consecuencias de sus actos y huir. Ahora dos de los agresores detenidos
dicen que no supieron de quién se trataba, entiéndase pues, que de haberlo
sabido no la habrían atacado, pero que si no ha sido alguien importante sí lo
habrían desbaratado a golpes.
Por el mismo orden sucedió en días pasados algo en Tuxtla Gutiérrez,
Chiapas. con un indigente que tuvo la mala fortuna de quedarse dormido en las
afueras de la catedral. Durante la noche
un par de jovenzuelos lo rociaron con gasolina y le prendieron fuego,
provocándole severas quemaduras en la mitad derecha de su cuerpo. Ese delito es un acto de extrema e irracional violencia
contra quien –supongo—para los agresores no tiene un valor como persona. ¿Hubieran hecho lo mismo si se tratara de un
político o un empresario reconocido? La respuesta lógica es “no”, porque para
la mentalidad de tales “juniors” salvajes estos últimos sí tienen clase y son
dignos de respeto.
¡Qué desgracia de seudovalores nos rigen! Y nuevamente, en
gran medida producto de contenidos que ingresan a través de nuestros ojos vía
la televisión o la Internet, para pasar a formar parte del imaginario colectivo
de un pueblo mal informado, resentido e iracundo, que no se halla en
condiciones de modificar esos malos hábitos, pues para hacerlo tendría que
entender que lo son, y para entender que lo son sería menester un nivel de
cultura y de sensibilidad social que, está visto, no posee.
La senadora está con vida, puede contarlo, y ha decidido
hacer de este tópico muy personal una causa que habrá de llevar muy lejos, a
favor de la no-violencia, en particular hacia las mujeres. Confiemos en que el sistema haga lo suyo
para poner a todos los involucrados ante la autoridad, de modo que se imparta
la debida justicia.
Más allá de esto último, trabajemos por una sociedad capaz
de dar salida a los conflictos y a las aspiraciones de sus ciudadanos, de modo
que estén en condiciones de trabajar a favor de un clima de paz para todos.