¿Y POR QUÉ NO?
Hay ratos cuando el acceso a las redes sociales provoca
malestar, hasta cierto grado de amargura; percibir de primera mano los eventos
que a pequeña y gran escala dan cuenta de conductas poco éticas es para
desanimar a cualquiera. En estos últimos
días circula en medios el caso de #LordAudi, un jovenzuelo quien a bordo de un vehículo
de esta marca en la ciudad de México pretende avanzar por un carril exclusivo
para ciclistas, casi llevándose de encuentro a un ciclista que circula por esa
vía. Finalmente se arma el pleito, el
joven que se las da de influyente insiste en que el ciclista que viene delante
de él “lo está molestando” y procede a agredirlo. Ya en ese punto el grupo de testigos que se
ha congregado en torno al jovenzuelo hace lo posible por evitar que huya, lo
que finalmente este “mirrey” consigue, acelerando su carro a toda velocidad.
¿Qué nos queda después de ver este video? En general un
encono contra el agresor que, por más que se conozca su caso va a seguir
actuando igual o peor; una sensación de impotencia hacia personajes de esta
pobre calidad moral, y muchas veces hacia autoridades que no actúan –debo de
aclarar que éste no fue el caso. Y
finalmente un enojo que nos va a llevar a volvernos violentos allá afuera, para
perpetuar el círculo.
Una segunda historia que pretendo casar con la primera, ocurrió
un rato antes de sentarme a escribir: Acudo a una plaza comercial a hacer un
pago, paso frente a un aparador que exhibe una amplia variedad de
bisutería. Se emparejan conmigo dos
mujeres por cuyo peinado e indumentaria deduzco que pertenecen a un grupo
religioso fundamentalista; se detienen por un segundo frente a la bisutería, y
le dice una a la otra: “Ay, hermana, yo no entiendo por qué a las mujeres les
gusta esto.” La otra mujer simplemente
expresa un: “Quién sabe, hermana”. Fin de la conversación.
Me parece que hemos ido creando “in crescendo” una sociedad
cada vez más intolerante, más enojada, más agresiva. En el caso de #LordAudi me quedó muy claro
que el jovenzuelo agresor esgrimió en todo momento tener la razón. La cerrazón comenzó al momento de apearse del
vehículo para proceder a lanzar la bicicleta del ciclista con furia hacia unos
arbustos, y siguió cuando insistía en que el ciclista lo venía hostigando, y
terminó cuando consiguió zafarse del grupo que pretendía evitar que huyera, no
sin antes amenazar con “voy a llamar a mi papá”, y finalmente dar un arrancón
de aquellos y escapar de la escena.
Nunca hubo de su parte el mínimo intento de reconocer que él había
actuado mal, y jamás lo pudieron hacer entender que efectivamente, él venía por
la ciclovía, violentando los derechos
del ciclista. Imagino los argumentos en
su mente: “¿Por qué se atreven a cuestionarme?” o “¿Cómo suponen
merecer una explicación de mi parte?”
Volviendo a las mujeres que cuestionan a otras suponiendo
que gustan de una bisutería que para ellas probablemente sea pecaminosa,
nuevamente nos topamos con esa cerrazón, con ese considerar que si no piensa o
actúa como yo, entonces está mal. Gran parte de las guerras han empezado justo
de esta forma, cuando una parte considera poseer la verdad absoluta, por ende
exigiendo a la parte contraria que se someta, aún cuando –como ha venido sucediendo
en Medio Oriente—las causas reales que subyacen sean de orden económico, pero alimentado
el fuego mediante razones étnicas o religiosas.
¡Cuánta falta hace un sistema familiar que enseñe a los
niños que los seres humanos tienen un valor intrínseco propio, que merece el
más absoluto respeto, y que si otra persona no es como yo, de todos modos tengo
la obligación de respetarla en cualquier circunstancia. Necesitamos un sistema escolar congruente,
en el que la principal herramienta del maestro sea su propio ejemplo, algo que
por desgracia ha entrado en crisis en el gremio magisterial en estos últimos
tres años.
Urge conformar un sistema de gobierno apegado a derecho,
recto y transparente, pero de forma real en los hechos, no en los discursos ni
en el papel… Necesitamos contar con servidores públicos que trabajen para
cumplir las funciones inherentes a su cargo, y no para el beneficio propio.
Pero, sobre todo, se requiere hacer un frente común para defender las causas
justas. Ya basta de los atropellos de
individuos que de repente tienen dinero en sus bolsillos y se sienten dueños del mundo. Un individuo como #LordAudi es el producto
lógico de su medio; ya veía yo a su padre llegando dando gritos y manotazos
aun antes de enterarse de los hechos.
En vez de un “¿Por qué?” excluyente que conduce a dividir a
la humanidad en segmentos que finalmente se contraponen unos a otros, colocando
de un lado quienes se sienten dueños del mundo, con derecho de atacar a los del
lado contrario, que a su criterio nada merecen, para terminar en guerra, hagamos valer un sensato y maduro “¿Y por qué
no?”, para desde ahí comenzar a ejercer el respeto mutuo tan necesario.