TODOS SOMOS TESEO
Esta semana leí un interesante texto de Linaloe R. Flores
que describe los resultados que obtendrían los expertos en Psicología del Poder
si colocaran en el diván al poder mexicano y lo analizaran. Me agradó la capacidad imaginativa de su
autora, y al finalizarlo puedo decir que experimenté una sensación de
tranquilidad, al menos de mí conmigo, de entender que las cosas están como
están porque subyace una patología estructural muy compleja, tanto debajo de la
insensibilidad y el cinismo de los políticos, como debajo de la aparente
incapacidad nuestra como sociedad para modificar las cosas.
El uso de las redes sociales se ha vuelto motor de
importantes cambios en diversos aspectos
de la vida, pero en cuestión de política mexicana nos quedamos en la quejumbre
y en los recordatorios de progenitora, sin lograr avanzar más allá. Apenas comenzábamos a olvidar el suntuoso
viaje de EPN con 200 invitados a Londres del pasado mes de marzo, cuando surge
un nuevo viajecito presidencial a Europa, esta vez haciéndose acompañar
“solamente” de 143 invitados. Leer a Linaloe
es entender que quienes programan y quienes realizan estos viajes están
totalmente ajenos a la problemática real que padecemos “los de a pie”; les tiene muy sin cuidado lo que suceda en el
país, por ejemplo que haya tantas
carencias en educación, y que gran parte de los recursos que se inyectan al
sector educativo se estén fugando en jugosos sueldos y salarios de paristas que
en nada apuestan a la educación de nuestros niños. Para los funcionarios en turno se trata
entonces de sacar el máximo provecho de la posición de privilegio que ocupan en
este momento, pues no pueden saber cuánto tiempo durará.
Bien dice Linaloe que los elevados salarios de funcionarios
como los altos mandos de la burocracia y quienes ocupan una curul marcan una distancia
con relación a los problemas del pueblo.
Ese mundo VIP –digo yo—los aleja de cualquier sensación desagradable
para colocarlos en ese sector distinguido de primerísimo mundo en el cual
–también digo yo—se les paga como se les paga para que actúen como se espera
que lo hagan. Aquello de la
representación popular con su hediondez de sudor, el calor insoportable, el polvo y el rosario inacabable de
peticiones son cosas del pasado, o el precio del boleto que hay que pagar por estar en la zona de
privilegio donde hoy se ubican.
Cuando tratamos de abarcar con una sola palabra los males de
nuestro México hay quienes apuntan hacia la corrupción, hay quienes señalan hacia la impunidad, y estamos quienes
atribuimos esta descomposición política a un vacío existencial de sus
protagonistas, mismo que se busca llenar con dinero y poder, algo en lo que, en
gran medida, coincidimos Linaloe y yo.
La situación como la estamos viviendo nos da en cara, genera enojo e irritabilidad, y dada su persistencia en el ambiente nos tienta
a cuestionarnos si vale la pena tanto empeño por mantenernos dentro de la ley,
y si no será mejor “nadar de muertito” y comenzar a hacer las cosas por la vía
del menor esfuerzo. Por supuesto que con
ello contribuiríamos a incrementar la descomposición social en el país.
Ese vacío existencial que se presenta de manera muy notable
entre la clase política también nos afecta al resto de los ciudadanos. Nos hallamos inmersos en una sociedad que mide a sus integrantes por elementos como
el aspecto físico, el poder y las
cuentas bancarias, de manera que como te ven te tratan, vales por lo que tienes y te respetan de
acuerdo a tu capacidad para hacer el mal a otros. La consecución de estos
indicadores sociales genera problemas y vacíos existenciales, y estos vacíos
existenciales, vale la pena señalarlo, son como bocas del averno, siempre insaciables, que cada vez demandarán más y
más, hasta convertir a su poseedor en un esclavo que trabajará incansablemente
tratando de satisfacerlas.
Leer la forma como se entrelazan, en el texto de Linaole los
dislates de EPN con las cínicas palabras de Lorenzo Córdova, y como se
emparentan unos y otras con la actitud de Salinas de Gortari al final de su
mandato, y luego entender que uno a uno son síntomas de una misma enfermedad emocional,
me lleva a sentir que, como el Minotauro en su laberinto, nuestros políticos sufren
un encierro del que no pueden librarse, por más que se lo propongan. Ahora bien, el Teseo que termina con este
monstruo feroz es la voluntad ciudadana, el empeño por conocer nuestras leyes,
por ver que se apliquen comenzando primero por nosotros mismos y luego por nuestro entorno
inmediato, está en cambiar la quejumbre por la acción, y la coprolalia hueca por
el propósito y la convocatoria.
¿Cómo ven, le entramos?...