Chico
Sánchez es un fotógrafo internacional de origen español con base en
México. Ha trabajado de forma
independiente para diversas agencias de prensa, además de hacerlo por cuenta
propia, ocupado en capturar las riquezas de un lugar con sentido humanista,
dando especial énfasis a quienes pueblan los lugares
fotografiados.
Lo conocí hace algunos años a través de su
trabajo, y de entonces a la fecha he tenido oportunidad de seguir el desarrollo
de su obra, tanto gráfica como audiovisual.
Acaba de publicar un libro de gran formato intitulado “México, alma
natural” (AM Editores, México, 2013), mismo que llegó a mis manos a mediados de
diciembre. Hasta hoy he guardado un extraño silencio frente a su autor, quien,
después de haber facilitado las cosas para que el ejemplar adquirido llegara a mí, quizás habrá hallado hasta descortés mi
actitud silente.
…Sucede que se trata de un libro que no
podría abordarse con precipitación. Su
gran tamaño y su pasta dura precisan recogimiento
para comenzar a hojearlo, y de igual modo cada página es pausa obligada. Resulta entonces necesario aislarse del mundo
exterior para sumergirse a profundidad
en ese ambiente sereno y maravilloso que la lente viajera de Chico ha sabido recoger desde muy diversos
puntos de nuestra geografía. De hecho,
con la visita de mis hijos en casa, y el ambiente festivo que invadió el hogar por la temporada decembrina, tuve que echar
mano de mis ratos de insomnio para escabullirme hasta el área familiar,
encender una luz y comenzar a viajar por ese México que la óptica del español
más mexicano lleva a volcarse frente a
nosotros con excepcional sobriedad y belleza.
Cuidando cada aspecto de la publicación, el libro inicia
con una introducción que presenta, como en pinceladas, la labor de ese fotógrafo que busca capturar la naturaleza con
todo su detalle imbuido por un elevado propósito, transmitir a través de colores, formas y
texturas, aquel espíritu que palpita detrás de las imágenes que la lente atrapa.
Un tema recurrente en su obra, la Reserva de la Biósfera El Triunfo, en
el estado de Chiapas abre boca para conducirnos luego de manera pausada por la
región noroeste del país, donde la vida surge como por milagro desde el
rudo suelo, bajo un ocaso de espectacular colorido. Sigue más delante su recorrido por la región
centro del territorio nacional, para ir a rematar con las maravillas de la región sureste.
Dada la situación que está viviendo Michoacán en estos momentos,
encuentro conmovedor hallar quién nos
invite a entender esa región del centro del país como la tierra bendita
donde la mariposa Monarca va a concluir su recorrido de 4,500 kilómetros desde suelo
canadiense contra todo pronóstico, partiendo de la fragilidad de sus alas que
pintan de anaranjado aquellos vastos
bosques michoacanos.
“Si entre todos tuviéramos que elegir a un
solo maestro, éste tendría que ser por fuerza la naturaleza.” Reflexión con la que el fotógrafo que hace poesía aun en contra de
su voluntad, nos invita a volver los
ojos a la naturaleza para reencauzar nuestros ímpetus que a ratos
parecen tan extraviados.
Cuando la lente mágica nos
pasea por Oaxaca y Chiapas, lo hacemos arrobados
ante dos elementos simples que en su conjunción se vuelven intemporales: Luz que se filtra a
través de la espesa selva para alentarnos a no permitir que ninguna oscuridad
nos arredre. El acercamiento de la
lente a la perfecta geometría de un helecho nos lleva a creer que, frente a tal
armonía, nada sobre la tierra existe por
accidente.
La región sureste se nos presenta animada
por cascadas, oquedades de fondo acuático
donde el sonido de una simple gota se multiplica en infinidad de ecos, en tanto
aquí y acullá surgen ojos que miran fijamente al intruso que busca atraparlos para la posteridad. Las costas quintanarroenses se pueblan de
aves de diversos tamaños y colores que habitan en perfecta armonía con su
entorno.
“A partir de un simple aleteo, comprendemos
que la vida es la suma de lo que hemos sido, más lo que anhelamos ser”, dice el
fotógrafo-poeta.
Lo que más me cautiva cuando llego al final del
libro que he leído robándole horas a la
noche, es que en cada página ha quedado plasmado un extraño amor del artista
ibérico por nuestra tierra, un amor del que no todos los mexicanos podemos
hacer alarde, porque ¡vaya que a ratos obramos en sentido opuesto, como si nos
moviera la perversa intención de destruir lo propio!
¿Qué encuentra el extranjero en México que tanto
lo enamora? ¿Qué percibe su mirada que
se traduce luego en obras que ensalzan
lo nuestro?...
…Chico Sánchez nos da a todos una gran
lección: Nos enseña cómo amar a México por encima de cualquier otra cosa.