DE CORRECAMINOS Y OTRAS COSAS
En días pasados tuve oportunidad de visitar Villa Unión,
Coahuila dentro del programa estatal de difusión de nuestro patrimonio. Bajo la
guía del cronista municipal Enrique
Javier Mendoza, se visitaron los sitios más importantes de los dos antiguos
fuertes del siglo dieciocho que finalmente se convirtieron en un solo
municipio. Los fuertes de Gigedo y de
Rosales constituyeron en su momento un punto importante del Camino Real que
recorría el territorio de Coahuila y de Texas, desde San Antonio de Béjar, para
continuarse al centro del país, y
conformar una ruta por la cual se desplazaban peregrinos, mercancías y otros
bienes. Dentro de las muchas cosas que
hay que ver en dicho municipio fuimos a
La Luz, un parque natural que se caracteriza por poseer varios ojos de
agua que están activos a la fecha, y constituyen el inicio de un ecosistema
regional muy rico. No deja de
asombrarme el modo como el hombre y la naturaleza conviven en el medio rural,
hay gallinas en los portales de las casas, mismas que se asustan y corren al percibir el ronroneo feroz del camión que
nos transportaba, de igual manera, dentro del
ganado que pacía tranquilamente
en las proximidades de la Presa Palmira, los becerros que estaban al lado de
sus madres se asustaron sin saber hacia donde correr ante el ruido amenazador
de la máquina. Por un momento recordé el
terrible episodio acontecido hace un par de semanas en Nuevo León, durante la
inauguración del Estadio de los Rayados en la proximidad del Parque La Pastora,
cuando los atronadores ruidos
artificiales sembraron pánico entre los animales del zoológico… Si estos
becerros se asustaron hasta la taquicardia con el paso del camión, ¡cómo
andarían aquellos pobres animales sin
poder alejarse de lo que habrán sentido como ruidos de muerte durante seis
largos minutos!
Pero en fin, dentro de esa armonía tan original entre
hombre, flora y fauna, me sorprendió la presencia de correcaminos próximos a
los cuerpos de agua, y más me llamó la atención su actitud parsimoniosa, caminaban, no
corrían, cruzando los caminos de terracería para encaramarse a las ramas de
alguno de los árboles cercanos. La
imagen tradicional del correcaminos que cruza tan veloz que apenas si logra verse quedó totalmente anulada por la
actitud de estos ejemplares a tal grado
confiados que ponen en entredicho la rapidez habitual de su especie.
Su figura esbelta y el copete que los caracteriza me
hicieron recordar esas caricaturas del coyote y el correcaminos, en las cuales
invariablemente el cánido perseguiría al pájaro, para nuevamente de forma
repetida, no conseguir capturarlo. Se
valdría de una y mil estrategias, idearía distintos planes, o adquiriría novedosos
productos de la marca ACME en su
incesante afán de capturar al emplumado, sin jamás lograrlo. Y lo recordé con dulzura, evocando parte de mi infancia, pero sobre todo
con especial nostalgia de aquellos tiempos
cuando el bien y el mal estaban claramente definidos, y no había mucho que
discutir al respecto. En las
caricaturas, como en la vida real, el bueno era bueno, el malo era malo, y
sabíamos de quién cuidarnos y a quién imitar y admirar. Eran poco frecuentes los argumentos de la
literatura infantil en los cuales el bien o el mal podían tener otra lectura,
como sería el caso de Robin Hood o de Picaud en El Conde de Montecristo. Los niños y jóvenes no encontrábamos
entonces mayor conflicto en asimilar una
escala de valores que funcionaba en el día a día.
Los tiempos actuales son distintos, tenemos en Villa Unión
correcaminos confiados que caminan orondos en vez de correr, y en la vida real descubrimos
que los paradigmas son confusos, cambiantes, y el chico no consigue de manera
fácil un marco de referencia, como tuvimos nosotros en nuestros tiempos. Digamos, el caso del padrastro de las
Kardashian que se convirtió en mujer, y se ha puesto de moda, y escribe libros
y tiene un programa televisivo… ¿Cuál es el mensaje para nuestros chavos que viven su proceso de autodefinición secundaria
como hombre o mujer? ¿Por qué no se da también
a conocer que el índice de suicidios entre personas transgénero que se operan
es de los más elevados? ¿Por qué nadie parece estar cerca de nuestros chicos
para orientarlos y acompañarlos durante su proceso hacia la adultez?
Los marcos de referencia son necesarios para una sociedad
sana, porque en aquella en la que todo se vale y está permitido, desaparece la figura
del delito, resulta ocioso dictar leyes, improcedente acatarlas, y las cosas
resultan muy complejas. Es más, por esta
vía nebulosa donde no existe un norte que indique el rumbo, nos encaminamos
hacia la desintegración.